Las bases de la construcción

Durante años he tenido la intención de abrir un blog. El pudor, el temor al ridículo, a la exposición a plena luz de desconocidos, me lo impidió y me precipitó a tal retraso social en la Red que, al día de hoy, no comprendo qué es Facebook ni su utilidad (de paso: ni me interesa). Al principio, hace ya tiempo, antes de mi hija y de esta vida de burócrata en curso, tenía la intención de llevar la bitácora del work in progress de una novela. Pensando dos veces el asunto, reculé: si tenía la intención de someterla a concurso, ¿estaría violando la cláusula de anonimato que exigen la mayoría de las convocatorias de los premios que, ilustres desconocidos como yo, aspiran ganar? Vaya estupidez, porque ni he terminado la novela, ni he ganado un premio, ni tengo un registro ordenado del trabajo en proceso para saber hacia dónde quería llegar ni lo que quería decir (ya me encargaré sobre el decir). Luego luego se me vino a la cabeza y a la pluma otra novela que eran tres novelas y el proyecto del blog como acto creativo y elemento de reflexión fue desplazado por nuestra triste y repetitiva historia mexicana: la verdad, me dio güeva insistir con lo del blog. Además, en medio del boom de las bitácoras, abrir una me resultaba tiempo perdido, como quien se suma a una marcha de millones de personas y eso, para un clasista de clóset como yo, era inadmisible. Ahora que esa etapa pretenciosa de mi vida ha quedado ligeramente como un recuerdo con adjetivos que me reservo; ahora que ya terminaron las tres telenovelas (sí, te-le-novelas, no novelas a secas) que me quitaban el tiempo de 7 a 10 y media de la noche, a falta de Big Brother, prefiero perder mi tiempo escribiendo y publicando algo de lo mucho que he escrito y no he terminado, que jugando Solitario Spider. Ahora que no puedo ni deseo participar en ningún concurso literario, ni ser republicano digno de un medio indigno de su República de Letras; que no me interesa dejar constancia a través de libros y libros ociosos quién soy, lo inteligente que he sido y cómo te has desperdiciado, y a unos días de cruzar el umbral de los 35, van estas líneas a manera de presentación de mi redescritura.

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