Obsequio a los 35

Este es el problema: acontece que uno, alguien cumple años, digamos 35, ¿cuál sería la mejor manera de celebrarlo? ¿el mejor obsequio? No es una edad cualquiera: es el último año en que bajo el criterio estandarizado por la Unesco, se considera al más baquetón de los baquetones todavía joven. A los 35 se es, como se especifica en las convocatorias literarias, “inclusive”. No obstante, y a pesar de la Unesco, conozco a varios caballeros y un par de presuntas damas que estando claramente fuera de la frontera inclusive conservan esos rasgos juveniles de personalidad que los ubican de este lado del inclusive. Algo ridículo para quien frisa, borda y decora los cuarenta con sedentaria flacidez, se agita al subir las escaleras y conoce de sobra la programación completa de Universal Stereo. Cualquiera diría qué onda, ya crece manito. Y al contrario, quien estando en el bloque inclusive dice —no de ahora, sino de muchísimo antes— “manito” y escucha en este momento uuh mai lord, mai suit lord... y jazz de las grandes bandas, pudiendo escuchar a Amy Winehouse o James; cualquiera le diría güey, actualízate... Oh, los viejos amigos (p.j.)
→prometo hacer un glosario de abreviaturas←
     En fin, de vuelta al punto de partida. Siendo, pues, un habitante del mundo a punto de ingresar en las filas de los viejos prematuros, decidí que el deber ser no debía ser ni pastel premeditado ni comilona fatigosa para celebrar, sino más bien una bitácora entre bitácoras, una fiesta de mí para mí —ya lo dije, en perjuicio de e t c— que me permitiera hacer lo que la dura realidad me impide hacer de manera concentrada, después de medianoche: escribir a mis anchas sin pensar que hago literatura, porque la literatura estorba —no como obra acabada, sino como idea, proceso y descubrimiento: la literatura aniquila, limita y agobia, aunque al final, como un elefante blanco que remonta hacia el cielo, rescate y salve a los acorralados. Mi obsequio a los 35 ha sido lanzar una botella al mar, entablar un monólogo disfrazado de diálogo disfrazado de monólogo; la escritura libre, sin cortapisas, de algo comprensible entre yo y un otro que podría o no conocer y hasta desconocer, como ese invitado a la fiesta que te deja plantado; sin aguardar el fallo de un concurso al que se ha enviado, sin aliento y por mensajería a las 23.59.59 de la fecha de cierre, tres engargolados de un libro inédito recién fotocopiado. La aprobación expresa, con recompensa económica, de tres o cinco únicos lectores convertidos en jurados de nuestro perverso e ilusorio sistema de prestigio. Pobrecitos cuentos míos, cuánto han viajado sin redituarme un solo quinto, y mis novelas cuán inconclusas en calidad de proyecto. Cuántas correcciones han sufrido innecesariamente en cada tentativa, cuántos archivos .doc, .txt, .rtf y punto seguido con variantes mínimas y erratas que persisten.
     Por lo pronto, mi cometido marcha no sin accidentes en la construcción de mi obra magna, que se ha concentrado en la presentación, la imagen y la reflexión sobre lo mismo, alentado por ese ánimo de corrector de estilo que me caracteriza, siempre en busca y al encuentro de lo perfectible en lo que estuvo mejor ayer para dejarlo peor que hoy (“obsesionado por el detalle sin ver el universo” —citando a una aguda poeta); fiel a mi ánimo barroco y vericueto, el rizo puede rizarse aún firme en la convicción de que esta u otra redescritura no marcará “¡ Listo/¡ Error en la página” al pie de tu navegador, cuando justo ahora pensaba, después de una reconstrucción total, que estaban absolutamente resueltas de manera autodidacta los gazapos del lenguaje informático, y empezaba a fijar criterios de inclusión de imágenes, video, audio, texto, etc... Los criterios editoriales de mi biblia electrónica. Ya lo dije, me refiero a las Redescrituras de y los imperceptibles cambios que ha sufrido; a las limitantes tipográficas del editor de texto; a la iconografía; a las opciones “rid mor”, “continuar leyendo” sin abandonar la página, desplegar índice y el español, por Dios, que todo sea en español español. Pero es que no se entiende Redescritura de si no se entiende el carácter del autor, porque es un work in progress permanente aunque no escriba (ya son un par de docenas las entradas en calidad de borrador rezagadas en mi cabeza); el gusto por el detalle clásico a riesgo de parecer anacrónico. Y tal vez no se note, pero lo veo yo, y eso es terrible, como un golpe en la cabeza que deja secuelas, o una coma donde va punto y coma. 

Roy Lichtenstein: coincidencias

La imagen en la esquina superior derecha es de Roy Lichtenstein (¿debería aclararlo?), se llama The Red Horseman y está fechada en 1974. La elección fue casi casual, durante el muy artesanal, improvisado y obsesivo work in progress de esta carpeta de notas, textos y citaciones que ya tantas consideraciones negativas ha propiciado en casa —ahora me doy cuenta de que cuando creía que lo tenía, aún tiene fallas—, desde luego, en detrimento de mi rendimiento diurno, en perjuicio de Champs y Amks; el caso es que de entre las escasas imágenes no fotográficas que guardo en mi computadora, en la carpeta de imágenes en “Mis documentos”, era la más vistosa y apropiada por su formato para darle una imagen pop, pero elegante y discreta a lo que iba a ser un blog que se convirtió en cuatro y algo menos que una pesadilla.
     Me gusta Lichtenstein en esta bitácora y en las otras nomás de verlo, como quien dice mira ay qué bonito; después, sí, le puedo echar seso y buscarle el significado y pensar que estoy redescubriendo los hilos más negros del moderno de arte de presentar un blog. No me gusta como me gusta Hopper, por ejemplo, que tiene imágenes tristísimas, melancólicas, o De Chirico o Magritte, sino más bien como Escher, que dentro de la profundidad del juego gana para mí, primero que nada, el juego, siempre el juego. Pero no tengo imágenes de Escher guardadas en la dicha subcarpeta ni dudé en reemplazar la primera elección: he cambiado de todo: el color de fondo, el tamaño de la barra lateral, los colores, las fuentes, los textos y hasta el título general de los cuatro blogs (mejor hubieras hecho una página web —no, a eso sí que no le hago...), y la manera de presentar audios, videos e imágenes en “Evasiones”, me llevó un rato darle al clavo. Lo único que tampoco he cambiado es la imagen de Fantomas, pero Fantomas ya será tema de otras notas.

Work in progress: status

A 35 minutos de haber cumplido 35 años, pienso que esto de la construcción está llegando a su fin. Me parece. El color del fondo no termina de convencerme y la barra lateral puede perfeccionarse. También podría perfeccionarse este carpeta de textos si conociera un poco del lenguaje que hablan los desarrolladores web, que generalmente son torpes para expresarse en cualquier lengua que no sea html, php, xml, etc. Sufro con esa especie avanzada de diseñadores. Van estas líneas a manera de proemio a la siguiente nota que no escribiré en este momento, porque ahorita al filo de las 4 am, le tundo a la tecla pa' que no digan que nomás ándome haciendo guaje para no ponerle su agua a los cats, jugar con Champs y echarme panza arriba con Amks, ¿eks?

Antecedentes de la construcción

Una de esas noches desveladas y retintas en casa de GT, le pregunté su opinión sobre J. Chirgo y el antimutismo. ¿Y eso con qué se come? No. Es una de las vanguardias tardías, y le expliqué tímidamente, lo mejor que pude (que en realidad es decir poco) quién era Chirgo y qué el antimutismo. Hizo una mueca y, al compás de la Danza de los sables, respondió:
     —Georges Steiner se pregunta en Tolstoi o Dotoievsky si la novela debe seguir a Tolstoi o a Dostoievsky —dijo apuntándome con el dedo como quien hace una advertencia—, y después de no sé cuántas páginas muy chingonas donde argumenta que Ana Karenina esto y los personajes tortuosos de Dostoievsky, termina diciendo ¡ni madres, Tolstoi y Dostoievsky: la épica y la tragedia! Eso es la novela, chingáos, no esas mamadas que te acabas de inventar del antisuflismo y como se llame...

Las bases de la construcción

Durante años he tenido la intención de abrir un blog. El pudor, el temor al ridículo, a la exposición a plena luz de desconocidos, me lo impidió y me precipitó a tal retraso social en la Red que, al día de hoy, no comprendo qué es Facebook ni su utilidad (de paso: ni me interesa). Al principio, hace ya tiempo, antes de mi hija y de esta vida de burócrata en curso, tenía la intención de llevar la bitácora del work in progress de una novela. Pensando dos veces el asunto, reculé: si tenía la intención de someterla a concurso, ¿estaría violando la cláusula de anonimato que exigen la mayoría de las convocatorias de los premios que, ilustres desconocidos como yo, aspiran ganar? Vaya estupidez, porque ni he terminado la novela, ni he ganado un premio, ni tengo un registro ordenado del trabajo en proceso para saber hacia dónde quería llegar ni lo que quería decir (ya me encargaré sobre el decir). Luego luego se me vino a la cabeza y a la pluma otra novela que eran tres novelas y el proyecto del blog como acto creativo y elemento de reflexión fue desplazado por nuestra triste y repetitiva historia mexicana: la verdad, me dio güeva insistir con lo del blog. Además, en medio del boom de las bitácoras, abrir una me resultaba tiempo perdido, como quien se suma a una marcha de millones de personas y eso, para un clasista de clóset como yo, era inadmisible. Ahora que esa etapa pretenciosa de mi vida ha quedado ligeramente como un recuerdo con adjetivos que me reservo; ahora que ya terminaron las tres telenovelas (sí, te-le-novelas, no novelas a secas) que me quitaban el tiempo de 7 a 10 y media de la noche, a falta de Big Brother, prefiero perder mi tiempo escribiendo y publicando algo de lo mucho que he escrito y no he terminado, que jugando Solitario Spider. Ahora que no puedo ni deseo participar en ningún concurso literario, ni ser republicano digno de un medio indigno de su República de Letras; que no me interesa dejar constancia a través de libros y libros ociosos quién soy, lo inteligente que he sido y cómo te has desperdiciado, y a unos días de cruzar el umbral de los 35, van estas líneas a manera de presentación de mi redescritura.

Work in progress

...esta bitácora continúa en construcción...