Pepe Grillo

Lo cierto es que de vez en cuando se cometen actos irreflexivos, el super yo sufre un espasmo y ese Pepe Grillo que lo tiene a uno dale y dale y dale quién sabe dónde se esconde, se enreda entre los cabellos, uno se pasa el peine y ¡zas, como piojo! cae nuestro amigo, cruje bajo la suela del zapato su esqueleto concienzudo y la mucha o poca moral que tiene uno se desmorona, como un polvorón. Y ahi está el resultado, allí mero, gozoso en principio y luego, luego el dolor de cabeza. Ay ay.